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jueves, 20 de agosto de 2009

Sin ilusiones

- Todo el mundo es ciego y no les importa.

- ¿Otra vez así, Aran? Tanta amargura se te come la vida.

- Vida, ja. Verás, chiquilla, igual es porque vengo de donde vengo, o de cuando vengo, pero yo no veo lo mismo que vosotros. No me inculcaron las mismas mentiras, así que no me las creo. ¿Me sigues?

- Creo que sí -se encogió de hombros, lo que agitó sus desiguales mechones. -¿Y cual es tu perla de sabiduría, paliducho? -Aran se dejó caer contra la pared, los brazos cruzados tras su cabeza para acomodarse. Miró a los ojos de Djinn y su mirada se perdió mucho más allá de ella.

- El sistema no está corrupto. No se ha estropeado. No vivís -vivimos- en una gran buena idea mal utilizada. Esa es la mentira que os mezclan en la comida rápida y en la papilla de los bebés. Una promesa nunca formulada de una utopía que es posible sin que vosotros, los "buenos", tengáis que cambiar nada, sólo hace falta que ellos, los "malos", dejen de serlo.

Y ellos son quienes tú quieras. Los políticos que no te gustan, aunque sepas que también lo son algunos de los que sí te van. Los de otras razas, o religiones, o clases sociales. Los pobres por ladrones, los ricos por ladrones pero con más suerte, las mujeres por ser sólo mujeres, los hombres por ser lo que son, o lo que crees que son. Elige las opciones que prefieras, todas las combinaciones valen. Ellos tienen la culpa, ellos han corrompido el sistema, ellos son la chusma que envenena tu mundo perfecto. Sólo asegúrate de que estén ahí, porque así ellos son ellos y vosotros sois los buenos. -Djinn asintió. Hasta ahí, bien… toda su vida le daba la razón a su cínico amigo. "De vez en cuando está bien que te pongan en palabras un pensamiento que has tenido toda la vida", pensó.

-Pero no va así. El sistema no se ha corrompido, lo diseñaron así. Es el sistema el que te anima a vivir lo más rápido que puedas, comer mal, dormir poco, engordar, y luego te anima a sentirte culpable por ello. El mismo concepto que acumula estrés en la gente para que se divierta sola, delante de su ordenador o su consola, enchufados en sus cubículos toda la vida y acostumbrados a diversiones de segunda, para poder trabajar toda la vida en las mismas condiciones sin quejarte. O el juego de salir a pillar cacho cada fin de semana, y hacerte sentir un inútil desgraciado si no lo consigues, hasta el punto que lo que busques en tu pareja tenga muy poco que ver con su encanto y mucho con que quiera meterse en la cama contigo.
>> Luego te sientes culpable por bajar el listón, por dejarte hacer, y sobre todo porque algo en las tripas te dice que las sensaciones que tuvieras no son tan importantes como lo que has hecho, y que lo has hecho mal. Te sientes indigno si no lo haces y también si lo haces, y estás tan ciego que no ves que todo el resto está pasando por lo mismo. Pero es impensable dejarlo. Tus héroes de la tele y el cine te dicen que es lo mejor y que eso señala al hombre o mujer de éxito. Hay alguien, tanto en Otromundo como en el mundo de verdad, que se alimenta de este aborregamiento ciego y estúpido y lo fomenta, para convertir a la humanidad en un montón de abúlicos frustrados que no saben que lo están ni tienen idea de como mejorar sus vidas, y no hablemos del mundo.

- Sí, la verdad es que una entiende que tengas ese cinismo, porque lo peor es que creo que tienes razón… ¿y entonces?

- ¿Entonces qué?

- ¿Por qué sigues adelante, si de veras todo es así? -Aran volvió a mirarla realmente a ella. Y hubo un algo inquietante y desafiante en su mirada, algo que dió un escalofrío a Djinn y la hizo sonreir y estremecerse. Algo imparable y definitivo que gritaba que el joven creía totalmente en lo que dijo a continuación.

- Porque el corazón me dice que, debajo de la mentira devoradora que hay debajo de la ilusión de bienestar, hay una verdad primaria, una fuerza con la que levantarnos y luchar… un espíritu renovador, que destruye lo que somos para convertirnos en lo que podemos llegar a ser. Y quiero ese espíritu en mi, chiquilla. Y lo haré mío y me haré parte de él; no tengas la menor duda sobre ello.

Y Djinn no tuvo la menor duda sobre ello.

sábado, 15 de agosto de 2009

ARN-α

-¿Por qué derrochar millones de dólares en un proyecto imposible? -preguntó Kwoong.

Argus Humblebee se quitó las gafas y las limpió mecánicamente con la bata de laboratorio, intentando reunir sus últimas migajas de paciencia para volver a repetir el elaborado discurso que le había conseguido la financiación, los recursos y el equipo de colaboradores que le permitían llevar a cabo su experimento. No lo consiguió.

- Porque encontrar una forma de hacerlo posible revertirá en billones de dólares, doctora Kwoong. Porque las posibilidades para la medicina y la biología se salen de lo concebible. Porque ya hay hombres viviendo con corazones de cerdo transgénicos optimizados para posibilitar un transplante. ¡Porque la terapia génica tiene el poder de sanar virtualmente todas las enfermedades! -exclamó, la compostura sofocada por el escepticismo que le rodeaba.


- Y de desperdiciar una cantidad escandalosa de los fondos que nuestros accionistas aportan persiguiendo cuentos de ciencia ficción. Humblebee, mi humilde persona es lo único que puede mantener a flote su ridículo proyecto. Y tiene minutos, no horas: minutos, para enseñarme algo que me convenza de que GenCon deba asumir el riesgo de perder inversores. -Argus sintió su angustia desbordar su espíritu para así hundirse en su estómago. ¿Hasta cuando tendría que enfrentarse a los ignorantes, a los cortos de miras? ¿Serían capaces, realmente, de retirarle el proyecto? El geneticista elevó una minúscula, ávida, silenciosa plegaria. "Si tuvieran fe como un grano de mostaza...", se dijo antes de responder.

- Doctora Kwoong, no puedo prometer una panacea. Pero sin duda, afirmo que es posible desarrollarla... con tiempo, dentro de nuestra misma línea de investigación. Me pide usted -repuso Humblebee, poniéndose las gafas mal rebañadas de nuevo- resultados inmediatos. Le diré qué tengo, doctora. Le mostraré nuestro último, definitivo, inconmensurable avance, y queda a su inteligencia ser capaz de calibrar su importancia en esos términos económicos que tanto quiere apremiar en GenCon.- con rápidas zancadas impulsadas por la adrenalina nacida del miedo a perder todo por lo que había trabajado, el hombre guió a la forzosa invitada por las instalaciones, descendiendo a través de cuatro niveles de seguridad, lo que equivalía a diez veces esa cantidad de contraseñas electrónicas.

Mai Kwoong trataba de mantener íntegra su fachada de frialdad, profesionalidad y control, pero no éra capaz de alejar de su mente el pensamiento de estar siendo conducida a las profundidades, lejos de nadie que supiera que se encontraba allí. ¿Qué pretendería Humblebee? Buscando amedrentarlo y someterlo, prácticamente se había confesado su enemiga, y el científico parecía rayar el fanatismo. Tragó saliva, intentó centrarse, escudarse en su seguridad previa, inspiró profundamente. Humblebee se había detenido frente a su labo personal, donde los informes revelaban que estaba consumiendo más y más de su tiempo de trabajo. De hecho, era casi lo único que consumía; en cierta ocasión estuvo setenta y dos horas en pie, entre fórmulas bioquímicas y ecuaciones no lineales, antes de ceder a las insistencias de sus asistentes y comer un bocadillo de manteca de cacahuete y acostarse. En otras dos, su fragilizado organismo se había desplomado por deshidratación, sometido a las altas temperaturas y la pésima ventilación. Era un maníaco genial, que parodiaba con su vida el estereotipo de científico loco y lo retorcía para sacarle más jugo.

La amplia sala, de unos cuarenta metros cuadrados, estaba en una penumbra aterciopelada por un brillo verdoso. Fluorescentes diseñados por el equipo de Humblebee alimentaban una atmósfera ya de por sí enfermiza y saturada de humedad. La doctora Kwoong sintió la urgencia de limpiar su cuello y su frente de sudor en los pocos minutos que tardó el biotecnólogo en extraer apenas unas gotas de una probeta, ponerlas en el portaobjetos y presentárselo en el microscopio. La aprensión que sentía la avergonzó; cuando se acercó a observar el último recurso de Argus, todo en ella hablaba del desprecio que le suponía su poco rentable trabajo. Las células rojizas que vió a través de la poderosa lente no le decían nada. ¿Glóbulos rojos? Pero…

- Bien, doctor Humblebee -y el matiz suavizado de su voz ya intuía que, en efecto, había valido la pena venir hasta aquí-, sorpréndame. ¿De qué se trata? ¿Qué son estas células?

-Eritroleucocitos. Son, digamos, glóbulos blancos y rojos a la vez… Esencialmente, hemos integrado la hemoglobina y su capacidad de captar oxígeno en leucocitos comunes.

-¿Qué efectos tienen en el ser humano?

-Bueno, lo primero que hacen es consumir a los leucocitos y eritrocitos naturales del cuerpo. Cuando han absorbido uno o dos, se dividen por mitosis, manteniendo la proporción del cuerpo y evitando que se debilite el organismo. En teoría, debería acelerar el metabolismo enormemente, fomentando una óptima alimentación de los músculos y órganos, a la vez que multiplicaría la capacidad del sistema inmunitario. -la mujer escuchaba, con un esbozo de sonrisa, sin decidirse a mostrarla porque sospechaba de la conclusión final.

-Es impresionante, doctor. Las posibilidades de su descubrimiento son soberbias… en teoría, como usted dice. Pero en la práctica, ¿qué tiene para GenCon?- el hombre suspiró profundamente.

- El metabolismo acelerado quema los órganos por exceso de oxígeno. El cerebro es especialmente vulnerable. Estamos estudiando como modificarlo para que no consuma los glóbulos rojos, sino sólo los blancos, y entonces tendremos un acelerador del metabolismo al que el cuerpo pueda adaptarse, pero… -Mai Kwoong interrumpió sus palabras con un gesto. Lenta y meticulosamente, abrió una elegante pitillera de bronce y acero, extrajo un cigarrillo de clavo, lo tomó entre los labios y lo prendió. Reflexionó aun unos momentos antes de hablar.

-¿De cuanto tiempo estamos hablando, Humblebee? Y le aconsejo que pida el doble de lo que realmente opina, porque cuando presente mi informe a los inversores le recortarán los plazos según les plazca.

-Y-yo… -descolocado al ver de pronto a esta mujer de hierro como una posible aliada en vez de como una enemiga, el genetista vaciló y casi se muerde la lengua al responder- Considero que unos… dieciocho meses, o sea… pongamos treinta y seis.

-Tres años, nada menos. Haré lo que pueda en su favor, doctor, porque desde luego veo potencial aquí. Para la sanidad, el deporte y la mejora del ser humano, que será la nueva tecnología más enriquecedora en el nuevo milenio que se abre. Aunque todo depende de una cuestión que me temo que le resulte chocante, Humblebee. Ahora mismo el producto es letal. ¿Le ve uso militar?

El científico abrió mucho los ojos enfebrecidos. Tragó saliva. Pareció encogerse delante de la doctora antes de, temblando, contestar:
-Podría lograrse… podría utilizarse alguna clase de agente que diera acceso a los vasos sanguíneos a través de la piel, un equivalente biológico al DCH… sí, podría hacerse, pero es… repugnante… -y cuando levantó la cabeza y devolvió la mirada a Kwoong, volvió el escalofrío de antes, al darse cuenta de como este hombre adoraba a su trabajo como un ídolo y hasta que punto había sido corrompido por él- … pero no me importa que se consuman vidas. Estoy seguro de que después se salvarán muchas más. Unos pocos individuos no pueden ser tan importantes como una obra para la humanidad entera… -y mientras lo decía, casi podían oírse los engranajes de su mente encajar unos con otros, tratando de incrustar esta creencia en él, en su moral, de fuera de él a lo más íntimo de su ser, porque él lo permitía y porque aquello que era la base de su existencia le podía ser arrebatado en cualquier momento. Y la retorcida parodia del hombre íntegro que un día fue no permitiría que le quitaran al dios que había creado para sí mismo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Through Heaven's Eyes

-Con tus ojos de hombre no lo verás.

-¿Qué quieres decir?

-No tienes la perspectiva adecuada. No puedes llegar a tenerla. ¿Qué parte es la difícil de entender?

-Alyosha, soy uno de los seres más poderosos sobre la tierra. Tengo que poder saberlo. - Aly se encongió de hombros.

-Así que "tienes" que poder saberlo, ¿no? Bueno, no te culpo. Yo pensaba así también cuando era un crío, pero ya hace tiempo de eso y he podido reflexionar al respecto.

-¿Cuanto tiempo? -preguntó Alex, rápidamente, buscando la guardia baja de su mentor.

-Ah, no te sé decir el año exacto, pero aun no había una vacuna contra la viruela... Irlanda aun no tenía partidarios de la independencia... África no se había separado de la masa de Pangea... en algún punto por ahí en medio.

-¿Me contestarás en serio alguna vez?

-Ves, así me gustan las preguntas. Con respuestas simples y concisas. No, no lo haré. -Alexander se pasó la mano por los ojos, tratando en vano de que la paciencia no le fallara.- Pero volviendo al tema previo, es muy presuntuoso de tu parte decidir que "tienes" que poder saberlo. Si el Creador no lo ha puesto a tu alcance, por algo será. Pero puedes hacerte una idea.

-¿Cómo?

-Despliega tus alas, polluelo, y álzate. Más allá de todo, a las capas superiores de la atmósfera... pero mantente por debajo del ozono, no nos convienen más problemas en ese campo... y luego mira. Mira hasta donde seas capaz de ver. Es mucho más de lo que yo puedo hacer, pero no se me ocurre otro camino para atajar la experiencia que a mi me dió la posibilidad de ver eso aquí y aquí -concluyó el hombre vestido de negro, tocando primero su cabeza y luego, con la palma abierta, su corazón.

-Pero...

-Sin peros. Y date prisa que va siendo hora de cenar. -Indefenso ante la sonrisa (demasiado cínica, demasiado pequeña, demasiado triste siempre) de Alyosha, Alex miró al cielo. Sus alas tomaron forma de la nada, y dos pilares de cristal se alzaron de la tierra flanqueándolo. El joven ángel del trueno apoyó manos y pies en ellas mientras sus plumas primarias, al extremo del ala, se apretaban contra las secundarias buscando el aerodinamismo óptimo. Un instante después, un arco voltaico propulsó al muchacho alado hacia el cielo, con un estampido sónico. Segundos después, Aly desprotegió sus oídos y miró, a tiempo para ver ambas columnas, y una o dos plumas caídas, deshacerse en simple luz.

-Bueno, ya me encontrará... -y se marchó del lugar para decidir donde cenar, canturreando… siempre debes mirar con la mirada celestial...

Las alas se desplegaron por completo y empujaron una vez, oponiéndose al salvaje impulso ascendente. Alexander, suspendido a seiscientos mil metros, se detuvo y planeó suavemente. El sutil aire de la ionosfera era menos dócil que el de la estratosfera, pero no era impedimento. Miró a sus pies. El mundo... su mundo. Con un vigoroso movimiento, enrollándose sobre si mismas y en torno a él, imposiblemente flexibles, las alas traslúcidas rasgaron las nubes a kilómetros bajo él. Mañana habría tormentas inesperadas, pero al fin y al cabo, era el ángel del trueno, ¿no?

Abrió los ojos. Más. Mucho más. Todo su ser eran ojos. Recordó las palabras de Apocalipsis: Y los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: SANTO, SANTO, SANTO, es EL SEÑOR DIOS, EL TODOPODEROSO, el que era, el que es y el que ha de venir.
Abrió otro par de alas, y otras dos. Miró más allá de la tierra, y sus plumas se abrieron para sentir toda vibración, todo movimiento y sonido. Sintió que su ser se extendía, descendiendo lentamente, plácidamente, hasta ser cada vez menos él mismo, y más...

Había miles, cientos de miles de vidas debajo de él.

Interconectadas. Podría partir el planeta en dos, realmente podría. Y sellar ambas mitades con cristal purísimo, y mirar a los cristales, y ver a la humanidad como una granja de hormigas. Si en ese momento Alex hubiera tenido boca, habría reído. Unidos, vinculados, sin verse.

Construían. Derruían. Daban a luz. Asesinaban. ¿Qué había más allá? Seiscientos mil metros debajo suyo, alguien abrazaba a una mujer ebria que lloraba, feliz de haber salvado su vida en el accidente de coche, atormentada porque su marido no lo había hecho. Mil kilómetros al oeste, un grupo de chicos y chicas se habían reunido para cantar y adorar al Creador. Todo tenía sentido, todo eran elecciones de cada cual. Todo eran caminos equivocados, y aquí y allá destellos del camino verdadero. Invisible. Inevitable. Imperceptible. Omnipresente. Alex pensó de nuevo en la granja de hormigas. Si se pudiera hacer con el corazón, con el alma humana, ¿no veríamos allí grabadas las leyes que en el fondo todos sabemos reales y correctas?

Entendió un poco más. Pero le faltaba mucho. Algo sin pulmones ni labios suspiró, y -dándose cuenta de que se había dispersado- se restauró de nuevo. Media hora más tarde, entraba en un restaurante de cocina mediterránea para sentarse junto al hombre moreno que paladeaba una quiché. Vió su cubierto preparado, y Aly le dió la bienvenida llenándole la copa.

-¿Y bien?

-Bueno... he entendido un poco más sobre qué sentido tiene la vida en general. Aunque no podría ponerlo en palabras ni que me fuera la vida en ello. -Alyosha levantó su copa y Alex respondió al brindis sin la desgana de las últimas semanas.

-Todo un avance, ¿no?

-Supongo, pero sigo sin ver donde encajo yo en el esquema de las cosas.

-¡Ni lo harás! No hasta diez minutos después de muerto, polluelo. ¡Ve haciéndote a la idea! -y sin más, vació su copa, sonriendo.