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miércoles, 11 de junio de 2008

Sobre el suicidio y Alyosha

Siempre me he preguntado cómo puede haber alguien con la sangre fría de escribir su propia nota de suicidio. Atenazado por un miedo o una angustia tan sobrecogedores como para decidir deshacerte de ti mismo, te sientas y escribes tu último mensaje. Una despedida, una disculpa, una maldición, lo que sea. ¿Cómo lo hizo mi tío Néstor? Decía no tener fuerzas para seguir viviendo ni un minuto más, ¿cómo pudo sentarse durante horas y relatar lo que él llamaba el fracaso de su vida?

Bueno, la respuesta es que resulta liberador. Notas a tu fin acercándose, no lo dudas; de hecho, por primera vez, se termina el pánico subliminal que moraba en ti desde que fuiste consciente de tu propia mortalidad. Fin. Sin miedo, alcanzas la paz. Ya no temes morir, todo lo contrario: tienes fe en la muerte. No viene ella a por ti, como un ladrón en la noche. Eres tú quien llama a su puerta. Tu mente se sosiega tanto que puedes contemplar lo horrible que es sentir esta calma, como si tu corazón muriera por sí mismo cuando decides morir por entero. El horror de esa revelación te golpearía si siguiera importándote, si tuviera donde golpear. Pero te has puesto más allá de su alcance, y estúpidamente crees que eso te hace superior.

Huyes. Dílo claro. Huyes de tus seres queridos, tus responsabilidades hacia ellos. Huyes de tu enfermedad porque la esperanza de curarte te hace sufrir al no cumplirse, así que haces desaparecer la posibilidad de volver a estar sano, y así no sufres. En vez de perseverar por lo mejor, te lanzas a la seguridad de lo peor. Maldito seas por rendirte. Dios te perdone, y que me perdone a mi por maldecirte. Pero escoger morir… nunca entenderéis, desgraciados, que los que tenemos a la muerte a flor de piel no podemos evitar odiaros. Yo siento a los gusanos de las vidas condenadas royéndome el espíritu, de día y de noche, susurrando vuestras mentiras. Son mi herencia y, retorcidamente, mi propia esperanza. Y habrán muchos más antes de que pueda ser libre yo mismo y mi existencia termine al fin.

Hasta entonces, sólo quisiera estar ahí antes de que vuestro camino se tuerza. Y besaros y abrazaros y daros una pizca de afecto, que tanto puede hacer cuando no parece haber escapatoria. Y probablemente, sólo por haberlo pensado, luego espero que me déis permiso para abofetearos. Sólo una vez. Que sean dos. Os lo agradecería de corazón.

4 comentarios:

Ciudadano de Sión dijo...

Ei, Then, me ha gustado el texto éste. Está guay. Me alegro de ver que tienes un blog, te echo una mano con un enlace.

Cuídate.

Lukas Romero

amparito dijo...

Yo lo siento mucho por esas personas, pero siempre me an parecido tan cobardes, yo creo que si supieran que lo que les espera despues del suicidio no lo harian, si algien les digera: lo qe estas pasando no es nada, conparado con tener a lucifer recreando tu mierda de vida por toda la eternidad, pero no te preocupes aun hay esperanza tu puedes cambiar todo eso, solo dando un paso, el paso definitivo que hara que tu vida cambie para mejor, solo tienes que pedir alluda al altisimo, el esta hay lamentandose y sufriendo por tu vida, y solo necesita que le digas Señor te necesito ahora,y tu vida cambiera para siempre, no la desperdicies, pues morir no te librara del sufrimiento.
bueno trencito que me gusta mucho tu pajina, un besito.

Fiorella dijo...

Hola, mi cielo!
Va, va, va, actualiza más a menudo, o te morderé las orejas hasta que aprendas a exprimirte más.
Entiendo a lo que se refiere, lo entiendo perfectamente, pero aún así hay algo en toda la expresión que no me acaba de gustar...
De todas formas, el último párrafo sí ha hecho por convencerme.
Un abrazo, mi ángel.

Eikasía dijo...

Hola, escritor!
Tienes un premio en mi blog, aunque como no escribas más seguido, se te puede retirar!
Bss!