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martes, 18 de noviembre de 2014

Dinn Despierta (16): Iniciativa

MARGARITAS PARA TODOS

Una iniciativa redonda
Octubre de 2014



Queridos amigos,
¡bienvenidos a la carta de noticias de Octubre de 2014! Si es tu primera vez recibiéndola, sigue en el siguiente párrafo. Los demás, como siempre, ¡podéis saltároslo y descubrir las últimas novedades!

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¿QUIENES SOMOS Y QUÉ HACEMOS?



MARGARITAS PARA TODOS es nuestra iniciativa y deseamos que la tuya también. Hemos visto a cada vez más personas y  familias sufriendo escasez. Algunos tienen acceso a ayudas del gobierno; muchos otros no. De modo que los martes por la noche a partir de las 21 h, nuestra pizzería tiene ocasión de convertirse en un comedor de beneficencia no oficial. Desde el primer día pudimos ofrecer pizzas margarita a muchos hambrientos, que nos recompensaron con ojos brillantes de gratitud y la promesa de que volverían. Ahora, nuestro equipo de tres miembros está dando de comer a más de 80 personas en necesidad cada semana, dos turnos completos de 40 personas que llenan nuestro restaurante hasta los topes.

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¿CÓMO EMPEZÓ TODO?

La idea vino de Isabel, que entonces, en febrero de 2012, estaba siendo voluntaria en unas distribuciones semanales del Banco de Alimentos. Cuando se lo contó a su hermana, las dos se entusiasmaron: Arielle se dio cuenta de que la pizza margarita es fácil de hacer y de enseñar a preparar, requiere ingredientes muy básicos y económicos, y teníamos la infraestructura perfecta: nuestra pizzería.

Nuestro padre estuvo de acuerdo, con una única condición. Él nos deja el local una noche por semana y cocina, sirve y limpia con nosotras, siempre que nosotras consiguiéramos los ingredientes. Y gracias a nuestro equipo, lo conseguimos semana tras semana.

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¡QUIERO SER PARTE DE ESTO!



¡Fantástico! ¡Únete a nuestro equipo de apoyo! Sabemos que muchos queréis ayudarnos y firmar parte del proyecto. Nosotras somos cocineras, camareras y limpiadoras; necesitamos que nos apoyéis para comprar los ingredientes, que compartáis la iniciativa en las redes sociales y que nos ayudéis a crecer. Dedicarnos diez euros al mes da de cenar a cuatro personas. ¿Puedes dar diez? ¿Veinte? ¿Cien?

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LAS NOVEDADES 


Estamos a punto de reunir suficiente, gracias a nuestro equipo de apoyo, para abrir un tercer turno cada martes. Hace unos meses descubrimos que dar un turno a media capacidad no era viable; nuestros clientes, hambrientos, veían lugares libres y pedían que se les diera, exigían la ayuda prometida... Era doloroso y difícil decir que no, y hasta hubo un par de episodios violentos. No les juzguéis con dureza, son gente que está sufriendo y a menudo muy desesperada. Esa situación debe ser más bien una motivación para seguir ayudando: así hemos decidido verlo nosotras.


Después de los eventos de agosto hawaiano, sirviendo las pizzas con piña, preparamos Acción de Gracias. ¡Hay pavo asado de camino! Queremos animar a nuestros clientes a estar agradecidos por lo que sí tienen en vez de tener una mentalidad de lamentar lo que no tienen.

Nuestro amigo Jorge R. se despide de nuestro comedor este mes. Ha encontrado trabajo y nos dice en una maravillosa carta de agradecimiento:


"No lo habría logrado sin vuestro cariño. Gracias por las palabras de coraje que siempre fueron el mejor aderezo para vuestras pizzas."

Aunque su nuevo sueldo es humilde, Jorge y su familia han decidido apoyarnos con cinco euros al mes, para empezar. Damos gracias a Dios por su amistad, su éxito y su aporte.


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Queremos seguir haciendo algo bueno y te queremos con nosotras. Sé parte de esta plataforma para gente como Jorge para restaurar sus vidas y no dejar que olviden nunca que son personas valiosas y que nos importan.

¡Hasta diciembre! ¡Esperamos noticias tuyas también!

(N. del A.: dedicado con cariño a Lance y Justin)

domingo, 26 de octubre de 2014

Djinn Despierta (15): Alter

- "Alter" significa "otro". Alternativo, otra posibilidad. Alterar, hacer de algo otra cosa, cambiarlo. Nosotros somos los Otros.

Con una taza de té humeante enfriándose poco a poco en mis manos -no me gusta el té, pero Alyosha dijo que traía mala suerte beberlo sólo y me la sirvió junto a la suya; estaba calentita, al menos, y según le escuchaba di algún sorbo que otro- yo sólo escuchaba. Escuchaba mientras él rompía todos mis esquemas de qué era real y qué no. Era el último paso necesario, en realidad; era como pelar un huevo duro, algo que sólo tiene sentido hacer después de haberlo cocido. Después de que se haya transformado. Y aunque mi cambio ya se había completado, Aly aun tenía que arrancarme la cáscara.

- Hay... tipos de Otros -continuó-. Con inicios y síntomas comunes. Mayorías dentro de una minoría. Suficientes para respaldarse mutuamente. Manadas. Grupos de apoyo. Bandas. Diversas formas de hacer lo mismo, de acuerdo con sus naturalezas, sus actitudes. -"O sea, exactamente igual que en la vida real", pensé.- La mayoría somos independientes. Yo sería un diplomático, si fuéramos una sociedad. Al menos me gusta verme así. Hago alianzas, ayudo a mantener la paz. Me llaman la Mano Izquierda. Si no, sin la función que yo realizo, los recién entrados a Otromundo son carne de cañón. Sobre todo ante el Círculo. Pero eso vendrá después...

Lo cierto es que no quería nada "después". Lo necesitaba todo ahora. O nunca. Y no dejaba de irritarme la condenada manía de Aly de tener razón en todo.

Di otro largo sorbo a mi té.

- Tú eras algo en potencia. Estabas en riesgo de caer. Pero era posible cuidarte, salvarte. He rezado por eso, porque hasta mis oraciones son respondidas a veces. -suspiró y agachó la cabeza. Pensé que se veía muy humilde así. Humilde: HUndes tu MIrada en baLDE, quizá.- En cuanto a Lorca... él hubiera debido ser capaz, debería haber bastado. Se le puede confiar la vida; le confié la tuya. Me equivoqué. No creas que le culpo -aclaró, como si yo pudiera pensar que ese fuera el caso- La culpa es mía. Subestimé la urgencia de protegerte. Él es un Alter, también, con habilidades semejantes a las tuyas. Si hubiera tenido más tiempo contigo, habrías estado a salvo. O si yo me hubiera quedado a tu lado. Tenia compromisos y demás basura estúpida y dejé que se cruzaran en medio. Me merezco tu odio. Y tú mi arrepentimiento.
Haré lo que esté en mi mano por ayudarte, Djinn. Sigo atado por muchas obligaciones, y no cumplirlas... equivale a desatar guerras, guerras invisibles y sangrientas, letales pero ocurridas entre bambalinas de la ciudad, tras el escenario de las vidas normales.

Me sentí despreciada y tuve que hacer un esfuerzo consciente por combatir esa idea. Aquí estaba él, confesando, haciéndose vulnerable, abierto a que yo le insultara o lo que fuera. Y diciendo que había muchas vidas, muchas personas, o lo que fuéramos los Alter y los demás de Otrositio o como fuera, que dependían de él. Lo comprendí entonces como lo comprendo ahora. Pero una parte de mí se dolía de no poder ser más... especial. No para todos. Para él. Y como si hubiera leído mi mente, añadió:

- Quisiera ser capaz de hacerlo y decirte que destruiré el mundo por protegerte. Pero entonces, no tendría un mundo al que devolverte si logramos que todo esto termine. No te mentiré. Deseo que confíes en mí.

Qué remedio me quedaba. No sólo deseaba intensamente tener a alguien en quien confiar. Sino que él me reconocía. Y me pregunté por qué: no era por nada que yo hubiera hecho. Quizá, de alguna manera, era sólo por ser yo. Tuve ganas de sonreirle, pero no me atreví, no supe por qué. Me tapé la boca bebiendo de la taza, que descubrí vacía.

-  Ahora tú también eres Alter; has despertado al Djinn ofrendándole una vida. O quizás una primera vida de muchas. Como tuviste la primera elección, volverás a tenerla. Pagar el Precio y recibir el Poder. Esa es la esencia de Otromundo. Y con todo lo que comporta, también la tuya de aquí en adelante.

Siguió un largo silencio. La cabeza me daba vueltas. En medio del silencio, nos llegaba el ronquido suave de Lorca desde el recibidor, como un ronroneo de tigre. Intentaba no distraerme pensando en eso, pero mi mente quería escapar de todo esto. Quería volver a correr con todas mis fuerzas y no pensar. Quería golpear algo, fuera mi colchón, el Skull gigante o a Aly. Quería, sobre todo, no haberle roto el cuello a aquel desgraciado.

Tenía en el estómago ese peso ácido de lo inevitable, lo irreparable de haber hecho algo malo, haber roto algo que no podía arreglar. Una vida. Una muerte.

Y vagando en busca de algo en lo que centrarme, mis pensamientos lo hallaron en las palabras de Alyosha.

- Quieto ahí un momento. ¿Elección? ¿Qué clase de elección tuve? Me estaban atacando, agarrando, me iban a... -me miró a los ojos y creí que iba a decir algo, pero no me interrumpió. En cambio, yo sí lo hice. Intenté tragar saliva y seguir hablando a la vez; una idea estúpida. Serían sólo unos segundos, pero creí que no pararía de toser nunca, y Aly esperó sin una sonrisa ni media. Al final dije:- Hice lo único que pude. No habían alternativas.

- Más que muchos -repuso después de pensar unos momentos- Pudiste defenderte en vez de atacar. O pudiste romperle los brazos. Podrías haber puesto la otra mejilla. Pudiste ser valiente en vez de asustarte, Djinn. -me indigné tanto... le pegué una bofetada. Tan fuerte como pude. Y tembló entero; por un momento creí que se caería. Se sostuvo contra la pared. Su mejilla enrojeció como el fuego. Sus ojos eran tristes como siempre. No, decepcionados. Esperaba más de mí. Y ahora lo diría, seguro.


Me abrazó. Fuerte. Era cálido y olía bien. Olía a incienso y a desodorante fresco y si la compasión tuviera olor, decidí que sería ese. Me resistí como medio segundo entero, y luego agarré a él, a la espalda de su camisa. Cuando apoyó la barbilla sobre mi cabeza me sentí muy pequeña. No sé cuando empecé a llorar pero fue liberador. No hice ruido, eso no, porque una cosa era ser débil y otra anunciarlo para que cualquiera se enterara. Pero lloré mucho y mucho rato y él no me dejó ir, con su mejilla roja, con todo el derecho a enfadarse conmigo. Pero decidiendo no hacerlo. Fue el mejor sermón que podía echarme, dejarme soltar todo lo que se me había acumulado en el pecho y vaciarme sobre el suyo.

- ¿Tú... me quieres? -me escuché preguntarle. No recordaba haber hecho nunca esa pregunta antes. Eso se nota, si te quieren o no. Pero con Aly no tenía modo de saberlo. Me estaba cuidando pero tenía en cuenta muchas más cosas. Quería ayudarme pero me decía que era responsabilidad mía haber matado a aquel desgraciado. Se ofrecía a enseñarme pero me volvía loca. Y me estaba abrazando y quería machacarle o que no me soltara más, una de dos. O las dos. Yo que sé.

Me acariciaba el pelo en vez de responder. Me dolía la barriga, como si el té me hubiera sentado mal o algo. El silencio se convirtió en ese zumbido extraño que oyes cuando no puedes oir nada más y de pronto puedes escuchar ese ruido, como si un reloj oyera sus propios engranajes. Sólo se oía su respiración y su corazón. El mío ni siquiera se atrevía a acelerarse por miedo a ser decepcionado.

- Claro que sí -dijo al fin.

Contuve la respiración.

- Cuando supe que tenías el Djinn empecé a informarme sobre ti. Y normalmente no hubiera atendido algo así en persona, ¿sabes? Pero lo hice. Eché un vistazo a los informes. Unos pocos ojos selectos ya te espiaban... Eliminé a la mayoría y dejé sólo a uno lo bastante dócil e inofensivo. -temblé un momento preguntándome qué implicaba ese "eliminé", exactamente. Preferí no pensar en los detalles- Y me gustó lo que vi. Tu coraje, tus principios, tu negativa a desesperarte. Me pregunté muchas veces cuanto podría conocer de eso si nos encontráramos en persona. Te quiero, Gina. Tanto como se puede querer en realidad a alguien con quien he compartido unas pocas horas, que es muy poco comparado con lo que te mereces. El tiempo de mirar de lejos como un acosador no cuenta.

Y tampoco me habían dado nunca una respuesta así. No me entusiasmaba que una panda de voyeurs hubiera estado mirando por mis ventanas o siguiéndome en la calle. Me sentía avergonzada y muy molesta. Pero debajo de todo eso, la sinceridad de Alyosha era lo más importante para mí. Me sentí capaz de confiar en él, como me había descubierto confiando en Lorca. Estaban de mi lado. Y ahora mismo lo que más necesitaba era tener apoyo, aliados, amigos.

Arielle. Isabel. ¿Habían sabido algo de esto? La idea me quemó la mente como un relámpago: fugaz, intensa, dolorosa. ¿Qué quería decir lo que habían hablado con Lorca? ¿Eran de fiar? ¿Eran también parte de Otromundo? Decidí averiguarlo en cuanto fuera de día.

Y tan pronto lo pensé, la luz del amanecer brilló y me cegó a través de los ventanales del ático, como si los amplios vidrios lo multiplicaran y me privaran de toda protección. Me protegí los ojos y me los limpié de lágrimas. Miré a Aly, que me devolvió la mirada con ojos igualmente húmedos. No me lo esperaba y de pronto ese momento se volvió mucho, mucho más compartido.

Djinn Despierta (14): Drama

(La escena: un parque en la oscuridad previa al amanecer. El cielo empieza a teñirse de púrpura lejanamente. GOLIAT está postrado, la cabeza torcida hacia un lado con la mejilla aplastada contra el suelo, hincado de rodillas. Pasan largos segundos antes de que se agite, primero un brazo, luego una pierna. Se incorpora con lentitud, la cabeza aun en posición convulsa, su expresión oculta al público, probablemente para bien. Se levanta pesadamente.

GOLIAT tira de sus rodillas hacia abajo, una por una. Las piernas se repliegan hasta la mitad de su longitud. Ahora parecen gordezuelas y torpes. GOLIAT repite el proceso con el cuello: tira más en la dirección en la que se ha roto, hasta que algo se suelta y se coloca de nuevo con un cimbreo elástico. La expresión es neutra, como habituada al proceso hasta el hastío.)

GOLIAT: (murmura) Al menos esta vez he recordado no recogerme los brazos primero. (Dirige una mirada a los primeros rayos violáceos que anuncian el alba; rápidamente comienza a replegar los brazos tras hacer un ajuste en los codos; los brazos quedan igualmente rechonchos. El torso sube un momento y se encoge. GOLIAT mide aproximadamente la mitad de su altura ahora. Extrae torpemente, a tirones, la capucha de su sudadera de su jumper, y la echa sobre su cabeza para ocultar su cara tatuada. Gruñe. A trompicones, hace mutis por el foro. Las luces se apagan.)

(La escena: una sala luminosa de paredes empapeladas en rojo con motivos en oro, de estilo rococó, con una mesa de centro de madera de cerezo, acristalada, rodeada de sillas bajas de idéntico diseño. Sentada frente a ella está TULIUS, sirviéndose bourbon de una jarra de cuello alto con vasos a juego de cristal de bohemia. Su expresión es cuidadosamente átona; viste camisa remangada y pantalones de vestir. Está bebiendo con los ojos cerrados cuando GOLIAT entra en escena. Se mueve pesadamente y hace ademán de sentarse en una de las sillas cercanas. Sin mirarle, TULIUS levanta una mano en su dirección y GOLIAT se detiene en seco. TULIUS degusta la bebida lentamente, inmóvil; congela el tiempo en el sabor alcohólico y el frío tintineo del hielo, que debe hacerse audible.)

TULIUS: No. La destrozarías. Como las otras. (GOLIAT se muerde el labio inferior con un largo colmillo, tenso y furioso. Tiembla levemente, casi del todo paralizado) ¿Es esta tu forma de rebelarte? No puedes desobedecer y lo sabes. Traición, imposible. Pero puedes ser estúpido y fastidioso. ¿Ese es tu juego? (TULIUS saca del vaso un cubito de hielo. Mira a GOLIAT a través de él) Informa.

GOLIAT: Se ha hecho. Ha matado. Tiene poder.

TULIUS: Ajá. ¿Cuantas vidas?

GOLIAT: Una.

TULIUS: ¿Cuanto poder?

GOLIAT: No mucho. Soy cinco veces más fuerte que ella. Puede que más.

TULIUS: (levanta una ceja, divertido) Qué locuaz, de repente.

GOLIAT: Lo hubieras preguntado de todos modos. Libérame.

TULIUS: (gesticula descuidadamente y GOLIAT da un paso atrás, como si una gran tensión le soltara de pronto) Cinco veces, quizá más. Es poco, casi decepcionante de tan poco. Pero la diferencia es abismal. (Pausa) Tú sabes lo que soy.

GOLIAT: Necr... (TULIUS le arroja el vaso vacío a la cara con furia súbita; se hace añicos contra su cara. El golpe lo sorprende, tropieza con sus propias piernas y cae al suelo)

TULIUS: ¡No me llames así! Asqueroso pedazo de... (se da la vuelta, se pasa la manos por el pelo con desespero tratando de calmarse sin mucho éxito. Camina en torno a la mesa haya GOLIAT) Limítrofe. Soy un limítrofe. Pero tú realmente crees que soy eso, así que estás obligado a contestar lo que crees que es cierto, ¿verdad? Arreglaré eso, infiernos, claro que sí. (Levanta un pie y pisa el costado de la cabeza del caído GOLIAT, sujetándola contra el suelo y dando la cara al público. GOLIAT sólo rechina los dientes, debe ser audible) Yo uso los límites. Los marco, los cruzo, los rompo, los defino. Hoy ella es mucho más débil que tú. ¡Pero donde tus límites están cerrados, ella no tiene ninguno! ¡Su potencial es... inconcebible!

GOLIAT: (con un tono grave, constreñido) Sigues diciendo... Esas palabras...

TULIUS: Y son cada vez más ciertas. El Djinn no tiene más límite que la chica. Pero ella es sólo... cuestión de tiempo. Y me servirá. (Sin levantar su pie de la cabeza de GOLIAT, alcanza la botella y otro vaso y se sirve un trago corto sin hielo) Ya lo verás. Ya veréis todos.

(Las luces empiezan a atenuarse al empezar la  penúltima frase. La última se pronuncia en la oscuridad total. Telón.) 

domingo, 14 de septiembre de 2014

Djinn Despierta (13): Aceptación

El aire se volvía espeso y denso en mis pulmones, más difícil de inspirar y espirar. No sé cuanto me hizo correr Lorca. Y no podía concentrarme en cuanto corría porque me estaba volviendo loca cómo corría. Mis zancadas eran rápidas, muy rápidas. Siempre he sido ágil, pero nunca había podido correr tanto. Mi pie se clavaba en el suelo. Primero el talón, luego la planta comprimía mi fuerza, y cuando la apoyaba en la punta una explosión de fuerza me empujaba adelante, a por el próximo paso. No sabía cómo, y en medio del caos de esta noche correr así era una fuente de placer, de alegría exultante. Algo en lo que ahogarme para no pensar.

Lorca mantenía mi paso, inclinado adelante, las rodillas casi pegadas al pecho; era como ver a alguien saltar una y otra vez, más que correr. Si has visto a un gamo moverse, entenderás a qué me refiero; eran brincos cíclicos. Cuando yo corría, al pisar me frenaba un momento y luego aceleraba de nuevo, pero él sólo parecía añadir velocidad. Así se había movido para salvarme antes. Intenté imitarle y logré una o dos zancadas espectaculares antes de perder el equilibrio y caer adelante.

Él ya estaba allí, su mano ya tomaba la mía, y el tirón me incorporó antes de que me fuera de boca contra el suelo como un crío aprendiendo a caminar. No se detuvo, y yo dejé para otro momento aprender su truco. De momento le seguí.

Me condujo a través de calles y callejones que ni yo conocía. No dejó que le pararan semáforos, vallas metálicas, contenedores de basura ni sentido común. Cuando empezó a lloviznar, no se paró. Yo quería detenerme y disfrutar del momento de alivio, de frescor; quería que la lluvia me limpiara a mí y la noche entera, mi sudor de la carrera y la sangre de mis manos y la irrealidad de todo lo que había ocurrido. Quería aprovechar las gotas de agua para llorar sin que se notara hasta que me quedara la cara limpia de churretes y polvo y de que casi me forzaran -esto era lo que más estaba tardando en entender que había ocurrido, un horror envuelto en otros para tratar de fingir que no existía y meterse debajo de mi piel-, pero no había discusión. Lorca no iba a detenerse y yo no me atrevía a pedírselo. Quizá él supiera mejor que yo que detenerme no me ayudaría, sino todo lo contrario.

Creí que se detenía finalmente para tomar el aliento como yo llevaba largos minutos deseando hacer. Pero simplemente habíamos llegado a nuestro destino. De un bolsillo interior hizo aparecer una llave y el alto portón de vidrio y metal se abrió para nosotros. El bloque de pisos era gris y sobrio por fuera, pero el recibidor se iluminó con un tono ámbar y rojizo de muchas maderas bajo la luz. Un refugio sorprendente para Lorca, pero sus recursos iban una y otra vez más allá de lo que yo preveía. Se movía con más cuidado ahora, respirando profunda, cuidadosamente. Estaba agotado. Tal vez herido.



Bien, era mi turno de cuidarle ahora. Me acerqué y pasé su brazo sobre mis hombros para darle apoyo; lo permitió dócilmente, y su sonrisa de gratitud no la olvidaré fácilmente.

- Gracias por pensar en mí.

- Calla, idiota. Siempre pienso en los demás -mentí. Cuidaba de mí misma. Apañaba lo que necesitaba mi padre. Pero hacerlo porque quería, igual que quería ver a Arielle y a Ester y que me contaran de todo y que me quisieran, que me quisieran como habían hecho siempre sin descubrir nunca que yo había matado a alguien... vale, no sólo pensaba en ellas, pero... lo que quiero decir es que ser así era raro en mí. Era ser, ¿cómo se dice? Empieza por em. Empática, eso. No se me daba bien ser simpática ni empática. Antipática, sí, hasta cuando no quería. Pero por Lorca me preocupaba. Se había ganado importarme.

Aunque la forma en que se apoyaba en mí empezaba a parecerme demasiado. Me empujaba hacia el costado. Era muy fuerte; no hacía presión contra mí, pero tocarle, que me tocara, me decía todo sobre su fuerza, contenida, aguardando su momento, y hasta entonces relajada. Estaba sobre mí y era muy, muy cálida. Por suerte no tenía buen ángulo para darse cuenta de cómo se me habían subido los colores. Tener esta cercanía con un chico, tener ninguna cercanía en absoluto, simplemente no era algo que me pasara a mí. Le miré de reojo. Los ojos entrecerrados me hicieron temer que hubiera perdido la conciencia, pero su respiración era demasiado controlada para eso. Entramos al ascensor y se separó de mí para apoyarse en el espejo que llenaba la pared interior.

Casi sentí frío cuando su calor se apartó de mi piel. Me hizo sentir ligeramente indefensa; extraña sensación para alguien que había estado peleando junto a él codo con codo. "Quizá no sea indefensión, sino confianza, y hace tanto que no la tengo que me cuesta distinguirlas", pensé. Él alargó un brazo a tientas y pulsó el botón del ático.

- No te preocupes... me apago para curarme bien. Mi cuerpo hace eso por instinto -me confió. Eran las primeras palabras que me dirigía desde que me había dado las gracias. Parecía tan agotado...

Las puertas metálicas se plegaron y volví a ser su muleta para salir. El ático tenía una única puerta; un sólo piso abarcaba toda la planta. ¿Lorca vivía aquí? Una segunda llave nos dio entrada y  pasamos a un amplio recibidor de paredes anaranjadas y muebles modernos. Creí que habíamos entrado a las páginas centrales de una revista de decoración de interiores. Para cuando me di cuenta, Lorca se había hundido en el blando sofá de piel negro y granate a mi izquierda.

- Entra -murmuró, mirándome con un sólo ojo abierto- Aquí estarás a salvo... aquí... -y se durmió sin más. Me enfadé un momento y luego sonreí, echándole el pelo a un lado. Él sonrió también en sueños, al sentirlo. Me sentí rara. No lo hubiera llamado mariposas en el estómago, porque yo no tengo esa clase de tonterías. Si no fuera por eso, tal vez las hubiera considerado así.


Había luz al fondo del pasillo. Y algo agitándose. Sombras. Sombras convulsas, fantasmagóricas. Apreté los puños, mi ceño se frunció por sí sólo. Las paredes naranjas brillaban y parpadeaban bajo la luz inconstante. Había algo allí...

Caminé muy despacio. Lorca era mi responsabilidad ahora. Se había dejado la piel por protegerme. Fuera lo que fuera o quien fuera que estuviera esperando ahora aquí, me ocuparía de ello. Según me acercaba, un olor picante de incienso llenó el ambiente. Me preparé para cualquier cosa.

Cualquier cosa menos el cuerpo semidesnudo, sudoroso, brillante, de Alyosha.

Una ata vela se alzaba en el centro de la habitación, sobre un pie de hierro forjado alto como un hombre, y él se movía en torno a su fuego, la única luz de la habitación. Hubiera parecido una danza si no fuera porque sus manos y pies golpeaban, rodeaban la llama, la atravesaban: rápido como un... un latigazo, sí, a eso me recordaban sus movimientos. Iba descalzo, saltaba, una pierna y luego otra sobre la llama, ocultándola de mi vista, estampando la sala de sombras chinescas. Los hombros, los codos, las rodillas, la postura de los dedos, cómo apoyaba los pies, todo fluía, se contraía y desplegaba como el velamen de un barco, los largos cabellos negros, humedecidos, flotando en el movimiento sin llegar a caer. Era majestuoso, era... ballet y fuerza y peligro y control.

Y sólo vestía un pantalón de lino egipcio, blanco hueso. Nada más.

He visto a hombres exhibirse. Cuerpos de gimnasio. Sé cómo es un hombre sin ropa, en términos generales. De modo que obviamente no me hipnotizó su destreza y no admiré su piel brillando y no, quiero hacer énfasis en esto, no tuve mariposas en el estómago como para que me levantaran del suelo.


Al cabo, tomó la llama en las manos. No bromeo: dio un golpe de canto y se llevó la llama con él, la mecha negra quedó atrás y el fuego estaba sobre su palma antes de que cerrara el puño y se esfumara. En la semioscuridad, cogió una toalla blanca y se la echó sobre los hombros, y entonces reparó en mí.

- ¿Djinn? -se apresuró a llegar a mi lado. Yo sólo podía mantener la cabeza gacha, sorprendida por su proximidad y, por otra parte, qué abdominales...- Cómo me alegro de verte. ¿Lorca ha tenido que traerte? ¿Te encuentras bien? ¿Qué te ha pasado exactamente? -y luego, mientras tomaba mis manos y mis brazos y me palpaba suavemente para ver donde pudiera haberme hecho daño y el mundo se cubría de una neblina rosada, añadió como un pensamiento de última hora- ¿Y él?


Después de todo lo ocurrido, no me apetecía nada dejar de ser mimada, por una vez que me pasaba. Pero Lorca era la prioridad ahora. Le tomé de la mano -no quería dejarle ir del todo, por razones que no era capaz de poner en palabras- y le llevé a la entrada, donde mi amigo seguía roncando como un enorme gato rubio. Al llegar delante suyo solté la mano de Aly. No me sentía cómoda con la posibilidad de que Lorca viera eso, por algún motivo. Pero él volvió a tomarla y, de hecho, entrelazó sus dedos con los míos. Mi corazón se saltó un latido. Me hizo girar hacia él como si me llevara en un baile y levantó mi mano hasta sus labios.

- No tengas miedo -me dijo con esa ternura suya, esa comprensión, ese qué sé yo que no era capaz de entender- No las soltaré. Eso no va a cambiar aunque se hayan manchado de sangre.



Lo sabía. Alyosha sabía lo que había ocurrido. Sabía que había quitado una vida. Y aun así, aun así, yo le seguía importando. Me invadió un terrible, doloroso alivio, alivio por algo que no sabía que temía, y me hundí llorando en su pecho como no lo hacía con nadie desde los tres años.


Sollocé durante una eternidad. Cuando por fin me separé de su torso, aun brillante, aun desnudo, me avergoncé y desvié la mirada.

Lorca, despierto, me miraba con una sonrisa compungida.

martes, 2 de septiembre de 2014

Djinn Despierta (12): Testimonios de Otromundo

Bienvenido a Otromundo. (El Viejo Ratas)

Así te saludan cuando descubren que acabas de dar tu primer paso en los Rincones Perdidos. Otromundo es lo que la realidad ve cuando mira de reojo y presiente una sombra, un movimiento, y se gira de repente y ve que no hay nada, y si ahí no hay nada es que lo tiene justo detrás. (Sonia Sibila)


Podéis llamarme Japón. Sí, reíros, reíros. Pronto os buscaréis un apodo. A muchos no os apetecerá que nadie lo tenga fácil para rastrear vuestra vida normal, o a vuestras familias. Además, os ayudará a distanciaros un poco de lo que estáis haciendo, y ese es un mecanismo de defensa útil. Si estáis estrangulando; perdón, cuando estéis estrangulando a alguien que ha decidido que le estorbáis, o que os ve como su cena... hace mucho bien a la mente poder pensar "esto no lo hago yo, esto lo está haciendo Japón". (Japón)

Somos el Pueblo Ciego, los invisibles moradores de esta Creación. Somos los Caídos o los Exaltados, depende de a quién te atrevas a preguntar. Somos los que han pagado el Precio, los herederos del Poder. (El Ángel Negro nº 1.284)

No fue nuestra decisión. ¡No, no! ¡No escogimos esto! Fuimos arrastrados. Las circunstancias nos obligaron. No había salida. Hicimos lo único que podíamos hacer. (Niño Cicatriz)


Somos víctimas. Somos los engañados. Somos los traicionados. Vestimos promesas incumplidas, bebemos mentiras; nos confundieron hasta hacernos ver lo blanco negro y lo negro blanco. Si fuimos engañados, nuestra decisión no es responsabilidad nuestra. Si se nos convenció de que lo que sabíamos bueno era malo, somos inocentes. (Karmapsyche)

Somos poderosos. No somos como los demás, pobres borregos. Blandemos habilidades que transgreden vuestra patética y cerrada de miras concepción del cosmos. La física, la mente, el espacio y el tiempo se someten a nuestros poderes, incalificables y sobrenaturales. (Lapislázuli Oneiros)

Los pocos que llegan a comprender esto, los extranjeros a Otromundo que se pierden en sus orillas, son tomados por locos o enloquecen de veras. Algunos se nos unen, otros tratan sin esperanza de destruirnos, hay quienes son comida. Cometieron un error entrando a los Rincones Perdidos y merecen su destino, sea cual sea. (El Rey Amarillo)

No me juzgues, malnacido. No te atrevas a juzgarme. ¿Quién eres tú? ¿Eres mejor acaso, sólo porque coma carroña, o porque no pueda ver el mar, o porque mi carne contamine el aire? No lo creo, bastardo; veo tu corazón later, y huelo tu sangre a cien pasos, y los pecados en tus manos y ojos y alma. Sé muy bien cómo eres y qué hay en tu interior. Tú eres despreciable. A mí esto me lo hicieron. No soy yo. Esto no es lo que soy. No en verdad. (Loken el Ghoul)


Sí, sé que lo hice. Sé en qué me he convertido. Y sé cual es la única salida. La única que no es primero muerte y luego muerte eterna. Es sólo que no me atrevo a dar ese paso aun. Necesito el poder. Un poco más de tiempo. Sólo un poco más. (Lorca Louzán)

lunes, 1 de septiembre de 2014

Djinn Despierta (11): Goliat

El cadáver me miraba con ojos entre furiosos e incrédulos, sin comprender que le había matado. Yo hice lo mismo y por la misma razón. Sólo cuando me di cuenta de que ya no jadeaba forcejeando conmigo me fijé en su cabeza retorcida.

Algo duro sobresalía de un costado del cuello. Luego supuse que era una vértebra, pero a mis ojos parecía un tumor, algo enfermizo que lo había matado desde dentro. Eso, no yo. Yo no.

Pataleé para quitarme el peso muerto -hasta a mí me pareció un pensamiento de mal gusto- de las piernas, y creí que se levantaba de un salto. Se levantó casi un palmo en el aire y cayó de nuevo sobre mí, más a mí derecha. Siguió inmóvil; yo recuperé el aliento que se me había escapado y lo aparté de un empujón. Rodó una vez y media.

Me hubiera quedado allí con él, tragando la realidad de lo que acababa de pasar, mirando las apagadas estrellas de la ciudad a su lado, yo con ojos cansados y él con los suyos...

Muertos.

Muertos.

Muertosmuertosmuertosmuertos... Hacia eco dentro de mí. La vibraciones de este eco golpearon mis entrañas. Hacía un rato, me había tocado ser feliz y estaba agradecida. Ahora le había roto el cuello a una persona y que fuera un violador no cambiaría que lo había matado y saber eso era una amargura tan grande que me llenaba. La pizza feliz no podía existir a la vez que la amargura, así se abrió paso hacia fuera.

Y le llevó una eternidad salir.


Más allá escuché los últimos ruidos de la pelea, si se la podía llamar así. Cuando me giré, Lorca estaba casi a mi lado. Retrocedí, tropecé y me incorporé. Me puse en guardia; me forcé a dejar de temblar clavándome los dientes en el labio inferior. Cuando lo vio se detuvo y me miró; no podía ver sus ojos en la oscuridad, pero prácticamente podía sentirlos.


-Te he fallado. -Eso fue lo primero que me dijo. Ese era Lorca, sin duda. El Lorca que había conocido esa tarde, el que se había preocupado por mí sólo porque se lo habían pedido. El que me había salvado después de que le abrieran la cabeza.

Oh, no, me había olvidado por completo. Todas las precauciones desaparecieron al recordar eso; me acerqué corriendo a él.

- No sé de qué hablas... ¿Cómo estás? Te hicieron una herida muy fea... -negó con la cabeza por instinto y le temblaron las pupilas. Pero no su cuerpo. Estaba rígido y eso le delataba, pero no dejó que se viera que estaba mareado. Y manchado de sangre, mayormente ajena.

- No, de veras, he estado mejor pero estoy bien.

- Sí, seguro. -le di un pequeño empujón y casi pierde el equilibrio por completo; le sostuve por las solapas de la larga cazadora de piel- No necesitas hacerte más el héroe. Estoy convenientemente impresionada -le regalé una pequeña sonrisa con esa confesión.

- Yo no -respondió una voz diferente. Nos giramos para ver a otro Skull. Lo seguimos mirando mientras se acercaba, había mucho por mirar. Dos metros largos de Skull, y si no fuera porque los seres humanos no miden tres metros hubiera creído que así era. Se acercó a zancadas amplias y lentas; los brazos no se balanceaban a los lados, eran tan largos que, al avanzar encorvado, se inclinaban hacia delante y casi creí que apoyaría los nudillos en el suelo como un gorila de montaña. Lo achaqué a las sombras, al miedo, a la calavera sonriente que tenía dientes dentro de los dientes y colmillos dentro de los colmillos. El tatuaje tenía colmillos. Su boca real también, prominentes y sobresalientes y dándole aun más aspecto de simio brutal.

- ¿Puedes correr? -susurré. No había motivo para pelear de nuevo, y se me encogía el estómago de pensar en hacerlo de nuevo. Y más contra esa... cosa. Cuanto más lo miraba, menos parecía una persona.- Ve hacia la derecha y yo... -me interrumpió el profundo jadeo de Lorca.

Cuando lo hizo antes, yo había estado lejos. Ahora el vapor de su aliento brotó a mi lado y su calor corporal me envolvió. Entre dos profundas exhalaciones, me apartó a un lado con una delicadeza incongruente con la tensión de sus músculos. Su cara era tan... serena. Tenía la boca entreabierta y las pupilas dilatadas hasta ser todo lo que podía ver en sus ojos. No me veían. Estaban desenfocados, o quizá veían todo a su alrededor. Se agachó, el tronco casi paralelo al suelo, una rodilla levantándose casi en un salto, y se precipitó hacia delante. El Skull levantó los brazos como Mike Tyson, doblados protegiendo su cuerpo y su cara. Su puñetazo, inmenso y largo como un tronco de árbol, cortó el aire. Lorca se echó a un costado sin dejar de avanzar, pero el segundo puño lo detuvo.

Fue demasiado veloz. Era tan absurdo y fuera de lugar como todo lo demás en aquel momento. Un puñetazo compacto y eficaz, rápido como una pesadilla. Los huesos de Lorca crujieron, juro que los oí crujir. Corrí hacia él, hacia ambos, insegura de qué podía hacer pero decidida a luchar junto a Lorca. Él se mantuvo en pie; había bloqueado el puño con ambos brazos. El Skull rió viéndonos de pie frente a él. Parecíamos niños frente a un adulto. Su risa buscaba mi mente, mi terror, mi inferioridad; se clavaba en ellos y giraba el filo para ensancharlos. Pero yo estaba al límite. Simplemente no podía temer más y me prohibía venirme abajo.

Por mí lo hubiera hecho, la verdad. No lo hice por Lorca. No iba a dejarle tirado, porque yo no hago esas cosas. Nunca.

Yo no soy como mi padre.

Otro puño, otro cañonazo, se dirigió esta vez a mí. Lorca intentó apartarme de un empujón con su hombro para bloquearlo. No lo consiguió, le vi venir; aguanté a su lado y juntos detuvimos el impacto embistiendo contra él a la vez. Era el movimiento que él me había enseñado: interrumpir el impulso antes de que pudiera desplegar el brazo le robaba su fuerza. Aun así, hubo un chasquido de algo que se rompía.

Abrí mucho los ojos al ver que mi golpe le había partido el meñique, que ahora colgaba inútil del resto del puño. ¿Le había dado justo en la articulación? No se había sentido así, pero estaba claro que, de algún modo, había funcionado.

O al menos eso pensé hasta que el Skull agarró el dedo roto y, sin un quejido ni un gesto, lo encajó de nuevo para cerrar su inmenso puño y descargarlo sobre nosotros. Esta vez había más peso, mucho más. Sólo nos había estado probando. Sentí el impacto a través del cuerpo de Lorca.



Que se cruzó frente a él y delante de mí.

Para protegerme.

Su espalda chocó contra mí y apenas pude frenarle; sus botas dejaron un surco en la tierra seca y dura, arrastrado por el impacto, negándose a caer.

- No necesito esto -bramó el Skull; no como un grito, era la voz de su envergadura, descomunal como él. Repitió el golpe como un profesional, un segundo golpe compacto. Vi la cazadora de Lorca ascender frente a mí, un salto que cayó sobre el puño y lo desvió hacia abajo, clavándolo en el suelo a mis pies. En ese momento logré reaccionar; mientras Lorca machacaba su mandíbula con un golpe de palma -un tsuppari, me dijo más tarde; no me importa cómo se pronuncie mientras funcione. Esta vez no lo hizo-, yo me lancé adelante y le dí con todas mis fuerzas en el estómago descubierto.

Esperaba dejarle sin respiración, no levantarlo del suelo. Apenas. Quizá sus talones se despegaron un par de centímetros, pero lo sentí, y él también. Me miró fijamente, inexpresivo. Creí, estúpidamente optimista, que tal vez se desplomara. Lorca le pateó en el cuello y él lo arrojó a un lado; lo tomó de la pierna y lo tiró. Lo ignoraba, toda su atención puesta en mí. Toda la mía estaba en la sensación de mi puño, demasiado conocida. Era el tacto de la pared detrás de los colchones en mi cuarto, era una dureza lisa, inorgánica, inconfundible.

Era metal. Dentro de su vientre, dentro de su cuerpo, había metal. ¿Qué era este tipo?

- Con eso no hay duda -me dijo-. Bienvenida a Otromundo.



Tuve un segundo para intentar entender de qué me hablaba antes de que se hundiera sobre una rodilla. Lorca le sacó de detrás de la articulación de la pierna un cuchillo de caza cubierto de un icor negro que, comprendí, era lo que el Skull tenía por sangre. Dió un brinco sobre su espalda y se le sentó sobre el cuello, como un niño a caballito. Un niño que apuñaló la garganta que envolvía con las piernas hasta tocar hueso y que luego lanzó todo el peso de su cuerpo hacia atrás, haciendo palanca sobre el cuchillo, las manos hincadas en ojos y nariz del monstruo -ya sólo podía verlo como tal- hasta que sonó un crujido que yo ahora ya conocía. Lo había olvidado, estaba en un reservado de mi mente donde esperaba poder tratar con ello más tarde. Pero ver a Lorca desnucar al Skull lo sacó de nuevo.


Le miré entre lágrimas; me había puesto a llorar sin poder controlarlo. Cuando Lorca se me acercó, el cuerpo relajado después de la tensión de su pelea, nuestra pelea, pareció más pequeño. Me cogió la mano, creí que iba a consolarme... y con voz suave, me dijo:

- Vámonos de aquí. No tardará mucho en levantarse.

martes, 19 de agosto de 2014

Djinn Despierta (10): Tieň a Dušu

(Lo que prosigue son extractos del primer manuscrito que se conserva, en el original eslavo escrito en el alfabeto glagolítico, de la enseñanza de una filosofía mezclada con artes para el combate cuerpo a cuerpo sin armas; de no haber podido validarse su antigüedad, se habría seguido creyendo, como se sugirió por mucho tiempo, que es una falsificación, puesto que parece tremendamente influenciado por conceptos provinientes del extremo Oriente. Datado de principios del siglo IX, apenas hay datos hoy en día sobre los estudiosos de la filosofía llamada "tieň a dušu", en eslovaco, "sombra y alma".

No obstante, el profesor en lingüística y arqueólogo que halló el manuscrito en el interior de una vasija sellada con cera, el doctor A. Kutznesov, sugiere que la traducción literal carece del matiz más sombrío y dramático del texto original. En la transcripción que sigue, "tieň a dušu" ha sido traducido como "Dark'n'Soul", a preferencia suya)



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Primer y último principio del Dark'n'Soul:
sólo al Creador pertenece el flujo de tu destino y Él te lo concede;
en tus manos está encomendárselo o corromperlo,
y una de ambas será tu elección sin duda.

El flujo del destino es imperceptible para nosotros, hombres y mujeres de esta realidad.
Mas fluye y puede sernos revelado por su Creador,
no por que seamos dignos, sino porque le agrada otorgarnos los oportunos dones.
Y al hacerlo, somos partícipes de la creación del flujo.

(...)

Sea tu defensa como la de tu alma contra las sombras.
Conoce tu centro inamovible y extiéndelo
 todo hombre puede ser supremo
hasta donde alcancen sus brazos, piernas y filo.

Sea tu ataque como el de las sombras contra tu alma.
Fustiguen tus golpes cada mínima debilidad de tu enemigo
y abran las pequeñas grietas
hasta que toda su fortaleza se quebrante.

Habitúa tus pies a la doce posiciones,
todas y cada una, cada uno de tus pies en una.
Doce veces doce serán, pues, los pasos de tu danza,
y cada uno definirá el territorio que podrás proteger.
Adoptar uno de los doce veces doce pasos es tomar una decisión
y asumir responsabilidad por ella.

(...)

Guárdate de la mentira de la existencia fragmentada;
cuerpo eres y espíritu eres y alma eres.
Con los tres lucharás, los tres deberás fortalecer.
Tu alma es tu brazo, tu espíritu tu fuerza, tu cuerpo tu espada.

Recuerda que sólo tú puedes decidir tus actos y sólo tú eres responsable de ellos.
La mentira de tu enemigo no te fuerza a decidir;
el miedo a las consecuencias no te fuerza a decidir;
la tentación de las recompensas no te fuerza a decidir.
La decisión es siempre tuya y tal es tu irrevocable privilegio y responsabilidad.

Tuyo es el libre albedrío.

(...)

El flujo del destino es música, Dark'n'Soul debe ser danza en repuesta.
Danza contra la adversidad y danza en celebración.

Como la muerte fue hecha parte de la creación, la aceptarás como verdad
y sabrás que sólo por el Creador será revocada.
Cuando combatas guardarás esta verdad sobre tu corazón
para que cada consecuencia de tus actos sea parte de ti.

(...)

Último y primer principio del Dark'n'Soul:
sólo al Creador pertenece el flujo de tu destino y Él te lo concede;
en tus manos está encomendárselo o corromperlo,
y una de ambas será tu elección sin duda.

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