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lunes, 31 de marzo de 2014

Djinn Despierta (5): Discusión

- ¿Qué?

- ¿Qué? - exclamé un segundo después. Fui a responder a Alyosha, pero el tal Lorca se me adelantó.


- Aly, me hablaste de ayudar, no de seguirla en plan veinticuatro siete. No... -Aly  (empecé a llamarle así desde entonces, para mí) le interrumpió con un gesto de la mano. Mejor dicho, le indico que se detuviera, no impuso sus palabras. Era un caballero.


- ¿Tienes una sugerencia mejor? La clase de atención que esta chica merece no permite ponernos cómodos. Si renuncias a ese derecho, verás que podrás ser mucho más eficaz.


Lorca se mordió el labio inferior y cerró los puños un par de veces. Creí que se planteaba si romperle la cara a Aly. Con el tiempo vi que era un hábito suyo cuando estaba nervioso, pero esta vez le empujé a un lado para quedar entre los dos. Alyosha me sonrió. Yo me ruboricé un momento, creo.


- ¿Me va a explicar alguien qué pasa? -pregunté, con una voz que dejó de flaquear sólo un poco demasiado tarde- Necesito explicaciones, no un... guardaespaldas o niñera o lo que seas, rubio. -le mire fijamente a los ojos, irritada. Fue como si yo me llevara toda la tensión; su expresión se relajó inmediatamente.

- Ya me va cayendo bien -le dijo a Aly, que pareció contener la risa por un instante.


- ¿Sí? ¿Lo bastante para contarme de qué va todo esto? Porque sacárselo a aquí el ruso...


- Eslovaco -puntualizó


- ..aquí al paisano requeriría una hora y un sacacorchos. -terminé, algo molesta. Vale que había hecho una pausa larga, pero se ve que a mí sí me interrumpía.


- Prefiero que no, Lorca. Sólo quiero que aprenda de ti, de momento. -me tomó del hombro y me guió suavemente a encararse conmigo. Quise decirle que no me tocara, pero creo que si me hubiera hecho girar como una bailarina tampoco habría sabido resistirme- Djinn, danos tres días de confianza. Si en ese tiempo no ha pasado nada prometo contarte todo. Quién sabe, quizá estoy equivocado y no valga la pena preocuparte más.


- Claro, quizá estés equivocado -replicó Lorca, con un amago de sonrisa- Alguna vez tendrá que ser la primera. -Aly le ignoró , atento sólo a mi respuesta.


- De acuerdo. Tres días. No más. Y luego, pase lo que pase o no pase, me compensas -no estoy muy segura de qué parte de mí añadió esta última frase, pero la apoyé al cien por cien. Y él compuso una sonrisa nueva. No tan triste y más dulce. Me pregunté qué pensaba. Y cómo me veía cuando me miraba.


- Te lo debo. Es un trato, Djinn. ¿Puedo llevarte a cenar?


- Ah, sí. Sí, eso me sirve - bufé, sintiendo el rubor tratando de subirme a la cara. No se lo permití- Menudos tratos haces... Me dejas en ascuas y encima sacas una cita conmigo.


- Oh, ¿es una cita? -preguntó como si se le acabara de ocurrir. Espera, ¿y si de veras no se le había ocurrido?- Entonces realmente es un privilegio -terminó, deshaciendo toda la rabia que había empezado a formarse en mí. ¿Cómo lo hacía?


- Eh, si tres son multitud puedo marcharme -bromeó Lorca. Le odié, a él y a su impertinencia.


- Ahora te necesito con ella. Traela sana y salva en tres días y entonces no querremos verte cerca, ¿sí? -el rubor volvió a la carga y nada pudo detenerlo esta vez. Lorca lo vio y se rio. Tenía una risa profunda y contagiosa; si no hubiera estado tan furiosa hubiera reído. Pero no quise. Quería detestar a este creído entrometido y cruzarle la cara.


Diez minutos más tarde, él me lo propuso.

- ¿Quieres darme un buen guantazo?

- ¿Qué dices?


- Llevas callada desde la oficina. Y estás furiosa conmigo. ¿Te haría sentir mejor? No te devolveré el golpe...


- Devuelve lo que te dé la gana, idiota. -me había sacado de quicio. Su sonrisa. Su paz. Que tuviera razón en lo que me había dicho. Era el doble de ancho que yo, y una cabeza más alto, pero no me daba miedo. Los había tumbado más grandes.


Y lo había hecho así: mis piernas son largas -son lo que más me gusta de mí- y soy flexible. Otros niños van a cursos de karate y esas cosas. Yo fui a todas las "primeras clases de prueba" gratis que pude encontrar. Por mi cuenta. Mi padre no se movió, así que me moví yo. La historia de mi vida.


Una clase de muay thai no da para mucho. No da para nada. Pero vi la primera patada alta de mi vida. Me fascinó. La imité y practiqué como las demás crías practicaban juegos de palmaditas al ritmo. A las dos semanas me hizo falta, porque ser la niña pobre atrae abusones. Le pateé la cabeza a un niño tres años mayor que yo y lo dejé KO. Ya nunca dejé de practicarla.


Creo que le tomé por sorpresa. Mi bota pivotó en el suelo mientras mi rodilla empezaba a describir un arco que culminó desplegando mi pie derecho contra su cara con todo mi peso. Le di. Y creía que de lleno, su cabeza entera giró hacia atrás... Y volvió adelante, con apenas un raspón de la bota en su mejilla.


- Esto es algo más que un guantazo, pero si ya te sientes mejor... -me dirigió esa sonrisa suya insufrible. Le tiré un puñetazo que casi le dio, se inclinó hacia atrás un poco y fallé. Volví a intentarlo: un puñetazo, otro, patadas bajas. Él sólo sonreía aunque apenas me esquivaba. Con cada golpe tenía más claro que el próximo le daría. O el siguiente, o el otro.


Hasta que no estuve agotada, resollando como un caballo y empapada en mi propio sudor, no me di cuenta. En ningún momento casi no pudo esquivarme. Sólo se movía el mínimo imprescindible para que no le alcanzara. Apenas se había cansado.


- Veo que ya lo pillas. Si ahora quisiera darte yo, sería muy fácil -me acercó las manos a la cara. Traté de apartarme, pero él estaba fresco y era rápido. Me tomó con ambas manos la barbilla. Con los pulgares retiró los mechones sudorosos de mi flequillo que caían sobre mis ojos- Pero te mueves bien. Estos días habrá tiempo para enseñarte a moverte como yo, si quieres.


Le pegué en el estómago con las pocas fuerzas que me quedaban. Se lo esperaba, se lo vi en la cara. Lo recibió sin más, con una pequeña mueca pero sin dejar de sonreirme.


- ¿P-por qué me has dejado que...? -balbuceé.


- No tiene sentido que haga que te frustres, Djinn -me llamó por mi nombre por primera vez- Esa rabia tuya es con lo que más puedo ayudarte.


Me relajé un poco. Todo esto me irritaba pero también me intrigaba. Y Lorca no parecía mal tío.


- Tengo algo de dinero de Aly para gastos. Compremos algo de cenar. Aunque quizá quieras ducharte antes...


- ¡Idiota! -le solté avergonzada. ¡No era mal tío, pero tenía menos tacto que una traca de petardos!

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